Tras un final polémico, Huracán y Boca empataron 0-0 en un partido caliente

Los incidentes sobre le final del primer tiempo ilustran lo que fue el partido de anoche en el Ducó. En el fondo, el bochorno de las agresiones de la gente, combinado con la pasividad de la seguridad, el papel del árbitro y el humor mal llevado de los suplentes de Boca (que de ninguna manera justifica la agresión posterior), no interrumpieron gran cosa. A los 25 segundos, una buena jugada de Fabra, una mejor habilitación de Janson y un picante zurdazo de Zenón que pasó rozando el palo izquierdo de Galíndez no fue la chance más clara del primero tiempo, fue la única. Lo segundo más movido que pasó fueron los incidentes, que se llevaron casi 10 minutos de partido. Y en el medio, dos equipos pasados de revoluciones que se anularon antes que superarse, que apostaron todo a la fricción, a la falta táctica, a la segunda jugada, que minaron el campo de juego de imprecisiones, sin otro plan que la presión por la presión misma, con nula predisposición a jugar a otra cosa. El primer tiempo fue un combate de catch, con toma candado, la llave Wilson y la patada descendente.

En el caso de Huracán, el exceso de ímpetu se entiende desde la urgencia de logar un triunfo que le dé la punta del torneo (al menos hasta que juegue Vélez), el problema es que fue sólo eso, a excepción de los intentos solitarios de Mazzantti, desconectado del buen pie de Alarcón. El resto, a su alrededor, era una de wenstern.

Boca, mientras tanto, está en esa de no terminar de abraza la idea de Gago. Juega a medias, sin estar del todo convencido. La búsqueda de asociaciones (lateral, volante y extremo) como método de elaboración, con el apoyo del mediocampista central, le dura un suspiro. Apenas se raspa un poco, la idea se confunde en la polvareda. Yen eso, claro, no ayudan los cambios frenéticos de Gago. Que si bien se entiende el partido del miércoles contra Vélez, los 6 cambios parecen mucho y no son pocos. Entonces, es como empezar de nuevo cada vez.

Algo de eso intentó corregir el DT en el complemento, al hacer ingresar a dos titulares por dos suplentes. Con Pol y Advíncula, por Aguirre y Barigana, y después el enrachado Milton Giménez por el inexpresivo Cavani. Y más allá de que el partido bajó un poco su nivel de histeria insoportable, siguió pasando poco y nada en el desarrollo. Boca no pudo nunca armar juego, y el clima de confusión beneficiaba un poco más el estilo de Huracán, aunque tampoco podía hacer negocio en el río revuelto.

En definitiva, el partido no se rompió nunca. Y eso que Gago siguió probando y metió a Zeballos, y FDK tiró a la cancha a Alfonso, Fértoli y al mismísimo Wanchope, apostando todo a la ley del ex, y Ramón fue el factor que bien pudo desequilibrar la balanza: en un ratito hizo un lío bárbaro. La cosecha de todo eso fue un puñado de aproximaciones: un cierre oportuno de Fabra ante una llegada de Mazzantti y un cabezazo al medio de Janson que Giménez no llegó a conectar.

La incertidumbre final se la lleva la jugada de no penal a Mazzantti, a quien Saracchi intenta empujar, sin suerte, y cuando tropieza con Chiquito Romero se cae, sin infracción mediante. Mastrángelo cobró apresuradamente, cuando Alfonso tenía chances de converitir, pero al revisar la jugada en el VAR se corrigió. Y ni así se rompió el cero.

El gran ganador de la noche, sin jugar, fue Vélez, que si hoy gana en Mendoza puede dar el gran salto al campeonato. Huracán lo buscó hasta el final y estuvo más cerca en ese tiro libre de Alarcón que se fue apenas alto, pero volvió a quedarse corto, quizá porque se acordó tarde de jugar después de pasar gran parte de la noche luchando. Para Boca es un punto que tampoco le viene tan mal, porque si bien no se asegura la Copa Libertadores sigue en carrera, y el título de Racing en la Sudamericana lo ayuda para decorar un poco el año que en un momento estuvo en terapia intensiva.

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